Cuentos, relatos, poesía…




lunes, 29 de septiembre de 2014

Bucear



Hubo un tiempo en que se alzaba a la superficie para coger aire. Sobrepasaba la linea del agua y a cada brazada volvía a sumergirse, monótonamente, acompañado sólo por las burbujas de aire que expulsaba de la boca. A través de las gafas veía dos mundos separados por una fina linea ondulada. El oxigeno del exterior le permitía sobrevivir tan sólo unos segundos en el silencioso universo submarino. Con el tiempo la atracción fue cada vez mayor. Ya sólo respiraba para sumergirse un poco más cada vez; más brazadas en el interior y más cegadora la luz afuera. Un día perdió la cuenta y no salió a respirar pero sus pulmones continuaron haciendo circular el aire y arrastrado por la corriente buceó libre. El sonido apagado del mar le hizo recordar los primeros momentos de su existencia, protegido por el grueso manto de agua que le rodeaba. Nada le hacía daño, y a lo lejos escuchaba el latido tranquilo de otros seres que también se sentían salvaguardados. Nadó en aquella calma. El tiempo no tenía sentido, no había dolor sino sosiego. Se aferró al fondo y aguantó la respiración; el mundo exterior dejó de existir.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Surrealismo



Es rosa. Tiene los pétalos enredados como si estuvieran a punto de soltarse del tallo,  a punto de caer a los pies del jarrón de cristal. Sin embargo llevan meses suspendidos, aferrándose unos a otros, abrazados. Desde el jardín, al otro lado del ventanal cientos de ramas de hojas verdes observan; es una pose muy artística, en un armonioso desequilibrio, agonizante… Digno de una obra de Dalí.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Una obra de arte auténtica




Hace tiempo comencé a tejer un jersey. Fue de forma tonta. Un día de invierno hace muchos años, al pasar junto a la casa de las labores me llamó la atención la cantidad de ovillos de lana multicolor amontonados en el escaparate. Sin pensarlo entré y los compré todos. Los había de lana jaspeada, de rizo, sedosos... En la bolsa llevaba mi futuro. Con todas aquellas lanas tejería un jersey ideal, a medida. Ilusionada fui alternando los colores y las texturas. Fue complicado, siempre terminaban enredándose los hilos. Pero yo era feliz, todo el día tejiendo. El jersey se convirtió en abrigo. Era precioso. Le añadí una solapa por si acaso hacía días de viento y se me ocurrió continuar con una capucha para protegerme de la lluvia. Después confeccioné un cinturón ancho que me sujetara bien, pero aún no me sentía satisfecha y decidí seguir tejiendo una gran cola que me rodeara, una cola que todo el mundo podía ver y de la que estaba muy orgullosa. Cuando me lo probé me pareció fantástico y juré que jamás me lo quitaría. Los colores me hacían sentir alegre y la lana impedía que pasara frío. Seguí tejiendo unas manoplas y una especie de protector para el rostro. Ya sólo podía ver los dedos que continuaron moviendo las agujas y añadiendo bolsillos y lazos al abrigo. Hace tiempo que ya no noto los pies, ni puedo ver el paisaje porque mi precioso abrigo me lo impide, tampoco siento el movimiento de las agujas y no se si he terminado mi labor. Pero de lo que estoy segura es que nadie podrá negarme que es una autentica obra de arte.