Cuentos, relatos, poesía…




miércoles, 29 de enero de 2014

Volver


 
El granizo que golpeaba los adoquines me había retenido bajo las arcadas en el Buen Pastor. Observaba las luces de los coches  y el tráfico denso. Gentes serias, con prisa, encogidas bajo los paraguas grises. La bufanda me cubría parte del rostro y el aliento me proporcionaba algo de calor. Sin embargo sentía  los pies como si los tuviera sumergidos en un charco de agua helada.

En ese momento volví a pensar en ti y recordé que me reconfortabas, como un beso cálido. Con el disco del semáforo aún en rojo  eché a correr cruzando al otro lado de la calle y entré en la cafetería. La mesa al fondo, cerca de la máquina que llenaba las tacitas de porcelana con el café tostado que acariciaba los paladares, estaba libre.

De pronto la mesita me pareció un mueble especial  y único. Podía oír cómo me llamaba, muy bajo, tanto que no estaba segura de que en realidad fuera que chirriara con mi movimiento. La acaricié con disimulo calmando al mismo tiempo mi propia ansiedad. Sentí como ella también me había esperado. El camarero me sirvió una taza. El pulso se me aceleró cuando percibí el aroma y no fui capaz de rodearte con ambas manos. Te acerqué a los labios y una cascada de calor me serenó.

Hace un año me propuse mantenerte lejos. Habías comenzado atacando a mi estómago, me alteraste el sueño y  descompusiste mis nervios. Dejarte fue lo más sensato. Sin embargo  hoy, un día de frío invierno en el que por un momento he olvidado todo aquello,  me encuentro  saboreándote otra vez.

 

 

2 comentarios:

  1. Muy bueno, Maria. Estupendo micro. Besos.

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  2. Hola Mar;

    Me alegro que te guste. Eres mi crítica preferida. Un beso y recuerdos.

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