¡!! Rin, rin, rin!!!
-Abre mamá.
Javier empuja el portón de madera. Las
tripas le rugen. Desde el portal puede oler el cocido que su madre prepara cada
domingo. Sube las escaleras de dos en dos ensuciándolas con las huellas de su
calzado y cuando franquea la puerta entornada oye las palabras de siempre:
-Lávate las manos, Javier.
Los azulejos blancos y las toallas
amarillas le hacen parecer sucio. Bajo los pantalones cortos asoman unas rodillas
muy negras y los calcetines tienen el mismo color que las manchadas zapatillas.
Coloca el tapón en el lavabo y abre el grifo. El chorro del agua golpea la porcelana
azul del lavabo, ahora es una piscina. Mira sus manos manchadas de tierra y
acerca los dedos hasta mojarlos. Entonces sumerge las dos manos y el agua se
tiñe de marrón. Sus dedos comienzan a moverse y se convierten en el delfín que
persigue a las sardinillas. El mar lleno de algas marrones permite a los
pececillos esconderse del gran pez que chapotea formando burbujas enormes.
-No puedes salir de ahí, no lo
intentes- Grita.
Pero el delfín sigue retorciéndose
entre las olas encrespadas provocadas por sus soplidos, retozando. Javier
observa embobado los movimientos de él, sabe que los delfines son muy
inteligentes y le habla como si fuera un amigo.
-Por ahí noooo, ve por el otro lado si
quieres alcanzarlas.
-El agua…
-¿El Agua?
-Está sucia.
-¿Sucia?- Dice Javier, observando el
lavabo. -Sí creo que las sardinillas lo han manchado de residuos…
Sus dedos, las sardinillas deciden
salir del escondite y acompañar al delfín en su viaje. Se acercan rodeándolo y
agitan las aletas para aclarar las aguas a su alrededor. El delfín brinca alegre
y nada por el fondo marino. De nuevo
comienza el juego y con su hocico empuja amistosamente a los pececillos jugando
a retirarlos de su camino. Las sardinillas ríen haciendo pasar el agua por sus
branquias a toda velocidad. Los lomos de ellas fulguran y Javier observa
estupefacto la vida que bulle allí en el fondo del mar. Otros peces aparecen al
percibir la algarabía del delfín y sus amigos. Un abrecanto de finas y
arqueadas patas se dispone en el centro del lavabo haciendo que los demás lo
atraviesen como un túnel y unos pequeños moluscos que flotan haciendo el gamba
hacen a la anguila retorcerse de risa.
Javier abre el grifo permitiendo que
el agua se llene de burbujas y que los peces se refresquen bajo la repentina
cascada que cae sobre ellos. El océano crece y más peces afluyen a sus aguas.
Javier mira atónito y comprueba que cuanta más agua contiene el lavabo más vida
hay en él. Pensativo observa la bañera y la imagina llena. Después recuerda que
hacía un momento su lavabo era una piedra árida y seca, sin vida. Entonces con
las manos mojadas aún corre hacia su habitación desde donde puede observar el
mar azul. Con los ojos se acerca hasta él y se zambulle en sus aguas. Bucea
estirando los brazos como le ha enseñado su padre,
acompasando las piernas igual que si fuera una rana. Los pequeños peces de
colores huyen ante su presencia, pero las merluzas y los bacalaos le saludan
dándole coletazos. La risa le hace atragantarse y un despavorido calamar suelta
su tinta haciéndole emerger del susto. Le ha puesto perdido, ahora salpicado
con aquel galipo parece un rape cabezón. Ansioso por descubrir la vida del fondo
marino coge aire y se zambulla de nuevo. Sortea rocas y visita las cuevas donde
habitan peces extraños. Un mundo silencioso de vivos colores, donde los ojos de
los pececillos brillan cual luceros en la noche, iluminando las ciudades
submarinas. Dos tiburones le remolcan sobre las aletas por cálidas corrientes
sin encontrar una orilla. De pronto recuerda el pequeño océano que le aguarda
en su casa. Se sacude las zapatillas mojadas que gotean en el suelo y en el mismo
instante que entra en el cuarto de baño su madre retira el tapón y el agua
fluye en un rápido remolino hacia el desagüe. Javier grita dejando asombrada a
su madre.
-¡!!!Noooo!!!!
-Javier, no debes gastar tanta agua
para lavarte las manos.
-Pero mama, ¿por qué has hecho eso?-
Lloriquea. -¡Has tirado los peces que estaban en el lavabo!
Su madre lo mira pensativa y luego
observa el lavabo vacío y el tapón que aún conserva en la mano.
-¿Peces? Javier sabes que los peces del
agua se han ido con ella por el desagüe y llegaran al mar, allí no tendrán
ningún problema, incluso vivirán mejor que en el lavabo de nuestra casa.
Javier se enjuga las lágrimas. Se
sienta a la mesa cabizbajo, pensando en el delfín, las sardinillas y los demás
amigos que en esos momentos estarán en el gran océano, donde él acaba de darse
un chapuzón. Quizás más tarde se zambulla para comprobarlo.
Un poco más tranquilo y bajo la atenta
mirada de su madre comienza a llevarse la cuchara a la boca y saborear los
garbanzos.
-Mamá, ¿me echas agua por favor?
El agua de la jarra comienza a llenar
el vaso, entre las burbujas destellan los colores de las escamas de un pez
payaso que le guiña un ojo.
Javier sonríe y pide permiso a su
madre para volver al baño.
-Mamá tengo que llevar al pez payaso
con los demás, no quiere quedarse solo.
Genial. Muy bonito e imaginativo.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Mar, me alegro que te guste. Besitos.
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