Pedruscos
verdosos se hunden en el agua oscura que rodea el castillo en ruinas. La maleza
ha invadido parte de los muros del edificio, al igual que en el cuento de La bella
durmiente. En el interior, las escaleras crujen pero todavía se conservan las
alfombras y los muebles antiguos. Sobre el aparador de la habitación principal
hay un espejo: el mismo que perteneció a la madrastra de Blancanieves. Y en el
armario muchos zapatos de un solo pie porque Cenicienta revivió una y otra vez la
noche en que el hechizo desapareció con las doce campanadas. Sólo quedan las
ruinas que recuerdan cada historia, las historias que se repiten con distinto
nombre. El castillo de las mil historias, la página de los mil cuentos, las mil
y una noches.
Escondido entre
las rocas del foso, invisible a los ojos del caballero que sigiloso reconoce el
terreno, espera paciente. Sus ojos verdes fulguran como un aviso. El dragón de
la lengua de fuego que abre sus fauces, exhala
y arruina el paisaje.
Una vez más ha
acabado con el cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.