Marta tiene un
gato negro. Dicen que da mala suerte pero a ella le hace compañía. Cuando duerme puede hacer todo el ruido que
quiera, pasar el aspirador, mover los muebles incluso cantar. Ella puede
olvidar ofrecerle su comida, no es muy exigente. Cuando la tele está encendida
se tumba a observar las imágenes. A
veces se postra sobre el periódico y parece interesarle las noticias. Es un
gato feliz. Pero hay algo extraño, Marta no debe hablarle, en cuanto oye sus palabras se
gira mostrando los dientes, la piel se le eriza y un sonido desagradable y muy
grave sale de su garganta. Ya lo dice Marta:
“Mi gato debe de
tener algún trauma”.
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