Tumbada elevo la
pelvis con las piernas en flexión. Los brazos alzados se mueven en aspas y a un
tiempo estiro la pierna izquierda fluyendo con la respiración. Un pie soporta
la acrobacia de mis huesos. Cuento diez y vuelvo a respirar. Una mano se cruza con
la otra, la atrapa y la impide seguir moviéndose, entrelazadas pelean sobre el
cuerpo. La pierna al aire se queda sin
circulación y un pinchazo me hace perder el equilibrio. Un pie cae sobre el otro, la pelvis cruje, la espalda se resiente y el
cuello me da un tirón. Pies en punta, rodilla arriba, trasero abajo, cabeza
tiesa. El cronómetro se detiene y una sonrisa orgullosa me delata. Lo he
conseguido, he dibujado la uve doble con el cuerpo.
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