( Ejercicio de la quedada utilizando las siguientes palabras: mascarilla de limón, avión en Sudamerica, cuatro amigos, tinta sobre la arena )
Extendió la fría
mascarilla de limón sobre el rostro y le sobrevino un escalofrío. Las voces de
la televisión le llegaban lejanas. Acomodada en el sofá con las piernas sobre
un almohadón rememoraba la conversación de la pasada noche.
Por primera vez los
cuatro amigos se reunían alrededor de una mesa. Nunca se habían visto. La única
referencia eran los mensajes escritos que se intercambiaban a diario en la red.
El señuelo fue un antiguo libro encuadernado en piel color humo cuya fábula representaba
la vida. María lo ojeaba sin perder de vista las agujas del reloj mientras
esperaba a sus camaradas. Dieron las siete. Mar apareció en el local acompañada
de Jesús buscando con los ojos a la chica vestida de verde. A los pocos minutos
un hombre corpulento se reunió con ellos, era Pablo.
A la luz de las velas las confidencias colmaron la conversación. Cada uno de ellos descubrió su historia, el momento, el lugar y el suceso que los impulsó a emprender el camino que los había reunido. Leyeron en la intimidad de la velada. María observaba la profunda mirada de Mar y la expresión serena de Pablo mientras Jesús leía. Fueron las palabras de él las que se ovillaron en su cerebro. Un viaje hacia Sudamérica, una tormenta tropical y el incendio de uno de los motores del avión. El aparato en llamas con 250 pasajeros perdiendo altura e impactando una y otra vez en el terreno hostil que se convertiría en el último paisaje de sus vidas. Restos esparcidos por el paraje desolado a lo largo de un kilómetro. Un único superviviente que llevó su cuerpo hasta la costa dejando un rastro sanguinolento cual tinta sobre la arena. Jesús, el hombre salvo, relataba la historia que pronto publicarían en Norteamérica.
A la luz de las velas las confidencias colmaron la conversación. Cada uno de ellos descubrió su historia, el momento, el lugar y el suceso que los impulsó a emprender el camino que los había reunido. Leyeron en la intimidad de la velada. María observaba la profunda mirada de Mar y la expresión serena de Pablo mientras Jesús leía. Fueron las palabras de él las que se ovillaron en su cerebro. Un viaje hacia Sudamérica, una tormenta tropical y el incendio de uno de los motores del avión. El aparato en llamas con 250 pasajeros perdiendo altura e impactando una y otra vez en el terreno hostil que se convertiría en el último paisaje de sus vidas. Restos esparcidos por el paraje desolado a lo largo de un kilómetro. Un único superviviente que llevó su cuerpo hasta la costa dejando un rastro sanguinolento cual tinta sobre la arena. Jesús, el hombre salvo, relataba la historia que pronto publicarían en Norteamérica.
María sintió que la
mascarilla se había quedado seca. Miró el reloj y vio que era muy tarde pero
había perdido el sueño. Las aventuras que narraron Pablo y Mar la desconcertaron.
Sin embargo su verdadera preocupación era la impresión que causó a sus amigos su historia, la que ella relató. Una historia que aún no había acabado.
Esta genial.
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